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Leovi Carranza: El hombre detrás de Pinsa

Lo que inició como una pequeña planta de fabricación de harina de pescado en Mazatlán se convirtió en una de las empresas atuneras más importantes de Latinoamérica, se trata de Grupo Pinsa, dirigida hasta la actualidad por José Eduvigildo Carranza.

Tapatío de nacimiento, pero mazatleco de corazón y alma, Leovi como es conocido por propios y extraños, llegó al puerto en agosto de 1963 después de aceptar la invitación de trabajo que le hizo su entrañable amigo, Julio Berdegué, y juntos con la liquidación de su antiguo trabajo invirtieron.

“Empezamos a trabajar desde abajo, veníamos de una empresa de Topolobampo, teníamos la experiencia ya habíamos manejado barcos, bahías y plantas, nosotros teníamos un barco y había una cooperativa, que no se si exista aún, la Sinaloense, fue un año muy malo”, recuerda.

En Guaymas también tenían otro negocio de camarón, y con préstamos fueron creciendo y adquiriendo otras empresas para consolidarse poco a poco en el mercado.

“En ese entonces ya teníamos algunos barcos camaroneros y teníamos unas cooperativas que les dábamos financiamiento, sentíamos que teníamos una base y nos trajimos unos barcos que teníamos en Guaymas, aquí los operábamos y teníamos en Estados Unidos una pequeña distribuidora de camarón”, dice.

“Luego se compró Mariscos Tropicales, y como en 1967 o 68, Julio adquirió lo que ahora es el Hotel El Cid y algunos terrenos con dinero prestado, lo de la pesca, con créditos, y ya que pagábamos volvíamos a pedir”.

 

La amistad con Julio Berdegué

Don Julio Berdegué es uno de los grandes pioneros del turismo en Mazatlán, y en sus inicios no existía ningún desarrollo de esa naturaleza, lo que llamó la atención en el mercado y se empieza a escribir la historia de grupo El Cid.

“Cuando empezó la gente no creía, decían está muy lejos y cuando se interesaron eso ayudó a Julio, nos quisimos tanto Julio y yo que nos veíamos como hermanos, pero él era mi jefe, trabajábamos intensamente, por eso me enseñé a trabajar igual”, comparte.

Para esas fechas su mirada tenía una dirección, el turismo, rubro en el que Leovi no tenía experiencia, pero Julio estaba rodeado de gente con conocimientos como Willy Bernal, Walfre Ibarra y otras personas con las que hizo equipo.

“Llegó el momento en el que me dice del turismo, y le dije ‘de eso no se nada’, pero le ayudaba y para ese entonces él ya tenía gente con esos conocimientos, y yo me vine para acá en 1967”, menciona.

Fue entonces cuando él y Julio hablan de unos barcos en Puerto Peñasco y su trabajo era cada vez más notorio, por lo que con préstamos iniciaron la construcción de un motor proveniente de un barco hundido con ayuda de Juan, hermano de Leovi, quien es Ingeniero Mecánico.

“Mi hermano estaba trabajando en Caterpillar en Estados Unidos y Ciudad de México, y se vino para acá a trabajar también con Julio, era una persona muy buena, inteligente, trabajadora, exigía y enseñaba y yo aprendí, si tú me preguntas a quien le debes todo, yo te digo que a Julio, trabajábamos mucho yo creo que tuvimos casi 40 barcos”, expresa.

 

Nueva planta, socios y la devaluación

Durante la temporada el trabajo era arduo, los barcos iban y venían hasta los límites de México con Guatemala, y empezaron a hacer más barcos para cumplir con la demanda, por lo que Leovi deja de trabajar con Julio e inicia con una oficina, después la planta, barcos más grandes y maquilas.

“Íbamos y veníamos, y bueno empecé a hacer más barcos, me salgo de trabajar de con Julio, y de repente iba a la oficina a ver que se ofrecía. Empecé enfrente de donde es la Cámara de Comercio, después hice una planta a finales de los setenta, más moderna, más grande, teníamos barcos nuestros y de terceros, maquilábamos, era un negocio muy grande”, comparte.

“Mi hermano y yo trabajábamos donde mismo, el firmaba en mi chequera y yo en la de él, y estábamos terminando la planta congeladora de camarón, se fue de vacaciones y le dije ¿Cuánto traes?, entonces con ese dinero le pagué a Miguel Valadez y le dije a mi hermano que ya era socio”.

Después llegó el 1 de septiembre de 1981, y López Portillo declaró en su informe presidencial que para en la pesca se terminaran los problemas que existían en el sector social, todos los activos del sector privado pasarían al social.

Leovi entregó los barcos el 22 de octubre de 1981 a cambio de un pago por avalúo inmediato del 40 por ciento y el resto, el 60 por ciento, a pagarse en dos años.

En ese momento ya se tenía la planta y fluía bien la empresa, siempre trabajaba para tener liquidez del 40 por ciento y con lo que se tenía, el empresario decidió un par de lotes en el Parque Bonfil, lugar en el que se tenía contemplado dragar para su uso.

“Yo quería saber dónde estaban los lotes, y cuando me llevó el Capitán a verlos, pasamos la vía, y veníamos entre el agua y lo seco, y llegamos a un lugar y empezó a ver el mapa, vio donde quedaba la vía y el camino y me dice, ‘¿vez ese pájaro que está allá? Por ahí más o menos está’”, expresa entre risas.

Después empezó el dragado en el lugar, a la par el empresario era el Presidente de la Cámara Nacional de Pesca y a finales del 77 termina la planta, la cual fue inaugurada por el entonces Secretario Nacional de Pesca, Fernando Rafful.

La incógnita del 60 por ciento restante seguía, se entregaron los barcos pero la planta continuaba y servía para congelar camarones por lo que Leovi decide viajar a México en la búsqueda de respuestas para seguir con el proyecto de importaciones.

Llegó a un banco pesquero con un amigo, y las respuestas eran negativas, ya que el país se encontraba con bastantes problemas económicos en los últimos años de López Portillo.

Y si ese dinero pendiente no iba a ser reinvertido o utilizado en algo relacionado con la pesca, tenía que ser devuelto al empresario, ya que contaba con documentos y letras de barcos que se le habían otorgado cuando los entregó.

Por la situación que vivía el país Leovi buscó la manera de asegurar las letras de sus barcos, las cuales estaban en pesos, y el entonces Secretario de Hacienda, Jesús Silva Herson se las dio en dólares, lo que le permitió salvarse de la devaluación.

 

Consejero, visionario y… el atún

Después de la devaluación, el empresario no se quedó con los brazos cruzados y continuó trabajando, ya tenía dos lotes en el Parque Bonfil y le llegó la oportunidad de adquirir otro para iniciar con la elaboración de harina de pescado, un negocio desconocido pero muy prometedor.

“Regino González había comprado un lote y me dijo, te paso el mío y agarré otro pedacito, ya habíamos tratado de hacer harina de pescado, los Coppel hacían, los Ceballos y no estaba prohibido porque no era una especie reservada al sector social”, cuenta.

“Entonces dije, ahí me voy a meter, fui a buscar unos barcos todos viejos, nosotros teníamos muy buenos y nuevos, pero compré esos, y compré una planta que me recomendaron para hacer harina de pescado”.

Ya pasaba por su cabeza hacer una planta de atún, y una persona que conocía el negocio, José Bello, le dijo que si quería hacerla debía prepararse bien, ya que, en otros lugares como Ensenada y La Paz, contaban con buenas plantas.

Y la hizo junto a la de harina, y en ellas solo había una pared de por medio, el lugar se volvió pequeño y la peste que generaban ambos no fue del total agrado del señor Carranza lo que lo hace tomar una decisión, hacer más grande la planta de atún.

A la par, recibió una invitación para ser consejero de Bancomer, donde conoció a otros empresarios, juntos estudiaban créditos y fue conociendo aún más el mercado.

 

La expansión: De 12 a 400 toneladas al día

Ya con la planta más grande, se inició con la producción de latas y en su camino, Leovi se encontró con personas que lo ayudaron a crecer y tomar decisiones para el futuro de la empresa como la adquisición de la marca Dolores y los buques atuneros Azteca 1 y 2.

“Compramos la lata famosa (Fábrica Monterrey), que era del mismo grupo del banco, también le compramos los barcos, tenían cuatro años nada más, y con aquel 60 por ciento, le di en garantía al banco los documentos, y compré el Azteca 1 y Azteca 2”, recuerda.

Fue así como en 1984 inició operaciones lo que hoy se conoce como Pesca Azteca, con el fin de proveer de materia prima para su filial Pinsa.

Después de realizar un viaje por 28 días por México con el entonces Secretario de Pesca, Guillermo Jiménez Morales, surgió el cuestionamiento de la adquisición de la marca Dolores.

“Guillermo me dijo ‘¿Por qué no compraste la marca (Dolores)?’ y yo ¿Cuál marca? Ya estoy haciendo la mía, y cuando regreso de ese viaje me dijeron, ya tenemos marca, ya la registramos se llama Mazatún”, afirma.

“Y así empezamos, pero necesitaba gente que conociera como comercializar y un señor de Guadalajara, al que le vendíamos me dijo ‘yo tengo dos amigos muy buenos, se han dedicado toda la vida a eso y han andado en toda la república’”.

Fue así como su hija Wendy y su director Arturo Zepeda lo entrevistaron y encontraron a la persona que les ayudó con la distribución del producto no solo en Sinaloa si no todo el país.

Para esas alturas, en la empresa ya se compraba atún, se enlataba y comercializaba pero no había pescado y con ayuda del Secretario se consiguió un proveedor que entregó 300 toneladas.

“Trabajábamos de 10 a 12 toneladas al día, me tuve que traer gente de Ensenada a limpiar pescado, de San Diego para el mantenimiento de las maquinas etiquetadoras, cerradoras y andábamos de un lado a otro, fue muy duro”, comenta.

A cambio de la ayuda que recibió, Leovi etiquetó la marca Pescador, la más vendida en ese entonces, y en ese momento existían dos posibilidades: comprar Dolores para darle más fuerza al negocio o comprar dos barcos usados.

“Empecé a estudiar y conocer, y también mi hija, la marca era líder y pues dije, ‘va para arriba’ entonces arreglamos todo, no teníamos más que capacidad para 25 toneladas”, comparte.

Sobre la marcha se percataron que ‘se fusilaban’ la marca Dolores y gente que no había comprado la marca directamente con ellos, la tenían, problemática que solucionaron.

“Nos dimos cuenta de que se fusilaban la marca y fuimos con los que nos vendieron la marca y se fueron atrás de ellos, hasta que se solucionó, y luego se dio la oportunidad de comprar más barcos, hacer más líneas, contratar más ingenieros y ahora estamos trabajado 400 toneladas al día”, dice.

 

Leovi Carranza Beltrán: Un hombre de trabajo

Leovi se describe como un hombre de trabajo, sencillo y cuidadoso, lo que lo han llevado a convertirse en un visionario y la figura más importante de Grupo Pinsa, del que forman parte las marcas Dolores, Mazatún y El Dorado, una planta de harina en Mazatlán y otra en Guaymas.

En la actualidad la empresa mazatleca genera más de 6 mil empleos, cuenta con una participación en el mercado mexicano del 56 por ciento con la marca Dolores, el 25 por ciento en el consumo de congelado, y exporta lomo de atún a cinco países de Europa.

Las empresas que forman parte del grupo van desde procesadoras, comercializadoras, una flota de barcos atuneros, un astillero naval, bienes raíces, desarrollos inmobiliarios hasta el sector turístico.

Su más reciente inversión es de 70 millones de dólares para el Hotel Dreams, que formará parte del complejo Estrella de Mar, generará alrededor de 2 mil empleos directos e indirectos y estará listo para diciembre de 2022.

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